jueves, 25 de marzo de 2010

Una zamba y un amor


Se conocieron en marzo aprendiendo a bailar folklore. Los dos pasaban los 50. Ella soltera con algunos desamores en su pasado. El viudo con dos hijos adolescentes.
Agitaron pañuelos con La Tristecita y se fueron descubriendo. Los dos tenían una vida simple y estaban casi resignados a la soledad. Ella muy habladora, casi locuaz. El tímido y reservado.
Bailaron chacareras de esas en las que uno siente retumbar el bombo en el corazón tutu-cu tutúm tutu-cu tutúm. Los dos percibieron algo especial en ese latido. Ella le cocinó empanadas de carne dulces. El le trajo una orquídea silvestre de su jardín.
Pasearon por la costanera algún domingo. Los dos sintiéndose felices de haberse encontrado finalmente. Ella atenta a sus palabras que no eran muchas. El atento a encontrar el momento para hablar de amor.
Asi llegaron a diciembre. Los dos con el alma inquieta porque terminaban las clases de danza y no se verían hasta marzo. Ella pensaba en como hacer para no despedirse. El compraba una agenda del próximo año: 1965.
Se reunieron con los demás en la despedida de año. Los dos bailaron juntos una última zamba y se miraron por sobre los pañuelos. Ella le sonrió con tristeza. El la miró con intensidad.

Le traje algo para ud” – dijo ella tendiéndole una pequeña caja. Adentro había un pañuelo de seda con las iniciales de el bordadas en dorado. “Para que el ‘arresto’ le salga cada vez mejor”.
“Yo también le traje algo”
– dijo el – “no es un regalo tan bonito como el suyo pero espero que le guste”.
A ella le causó cierta desilusión esa agenda de tapas duras. Esperaba algo mas personal, una de esas orquídeas blancas que el cultivaba hubiera estado bien. Le agradeció y guardó el paquete en su cartera.
Pasó fin de año. Limpiando su escritorio ella encontró un recorte de diario con un poema de Neruda. Eran palabras de amor delicadamente hilvanadas por el poeta. “Las palabras justas para estrenar la agenda” – pensó. Sacó el celofán y la abrió en el día 1º de Enero de 1965, ¿pero como? la hoja ya estaba escrita con una letra alargada y prolija.
“Quisiera completar los días de esta agenda junto con ud. Me haría el hombre mas feliz de la tierra si aceptara que compartamos juntos este y todos los años por venir. ¿Quiere casarse conmigo? Espero su respuesta en la próxima zamba.”

Y fueron muy felices durante los siguientes 25 años.-

domingo, 21 de marzo de 2010

La Señal de Santa Rita


… entonces, por lo que me ayudaste te traje algo que pienso que te va a gustar”.

Y me extendió un paquete cuidadosamente envuelto en papel de seda.

Pero Esther, muchas gracias, no era necesario” – dije rasgando el papel entusiasmada pensando que eran sus famosos-fabulosos alfajores de maicena.
No, adentro había una pequeña mujer de yeso mal pintada, incluso los rasgos de la carita eran grotescos y tenía una mancha roja en la frente. No supe que decir.

Te gusta? Ayer fui a comprar unas velitas y cuando la vi me acordé de vos, me acordé de que me habías contado que eras devota de Santa Rita, en la frente tiene el estigma ves? Te la compré para que te acompañe, te gusta?

No, no me gustó.
Esther es una señora grande, con muchos problemas, muy amable, muy habladora. Cada vez que viene a pagar la cuota de su convenio habla y habla, tiene necesidad de hablar con alguien. Y yo la escucho. Digo si. Digo no. Digo ajá. Y una vez - por decir algo mas que eso - dije que me caía simpática Santa Rita porque había leído su historia y porque es la Santa de los imposibles.
Esther es devota de casi todo el santoral, se sabe vida y milagro de cada santo; se puso contenta cuando le conté lo de Santa Rita. Lo que no le conté es que mi fe es vaivén, tengo períodos místicos y luego me alejo, voy y vengo todo el tiempo, tengo demasiadas dudas, tengo pocas certezas. Tampoco le conté que cuando las papas queman en mi desesperación politeísta soy capaz de rezarle al Gauchito Gil, a Buda o a San Wichito; tanto mas irresistible me debe haber resultado Santa Rita que promete cumplir lo imposible.

Ssssi gracias, gracias” No pude decir nada mas.

Pasé por lo de mi madre a la noche. “Mirá lo que me regalaron

Una imagen de Santa Rita! Pobrecita, que feíta está … y encima es de yeso, no me gustan las cosas de yeso …” - dijo mi madre, la reina de las supersticiones estrafalarias – “no hay que tener cosas de yeso en la casa …”

Y que hago? No la voy a tirar a la basura, me da no sé que …”

No la tires. Dejala en una iglesia

Al otro día bien temprano pasé por una iglesia, esperé a que nadie me viera y la dejé sobre uno de los altares laterales. No sé porque pero me dio pena dejarla alli, me pareció como que la estaba abandonando, estuve toda la mañana pensando en la estatuita. Una vez mas (aunque trato de evitarlo) me situé en la línea del pensamiento mágico y me pregunté si era una señal. Una señal de que todos mis imposibles podían volverse posibles, una señal de que los milagros si existen.
Asi que al mediodía pasé por la iglesia dispuesta a rescatarla. Pero Santa Rita no me esperó, ya se había ido a cumplir los sueños de alguien un poco mas coherente supongo.
Y bueno, otra vez será.

sábado, 13 de marzo de 2010

La Loca de la Heladera


Pintor: - El trabajo no es complicado, el problema es el horario, a ver ... déjeme pensar ...

Any: - Si, siempre tengo el mismo problema, pasa que como trabajo 4 y 4 no puede ser a la mañana ni a la tarde, tendría que ser forzosamente el sábado

Pintor: - Es que el sábado yo le doy una mano en el taller a mi hijo, pero bueno … porque ud es amiga de la Sra. Graciela voy a hacer una excepción …

Any: - Le agradezco un montón, Graciela me lo recomendó mucho, me dijo que ud trabaja muy prolijo y a consciencia. Entonces quedaríamos para el próximo sábado …

Pintor: - Si, arreglo con mi hijo y vendría entonces el sábado … se me complica un poco pero la Sra. Graciela es una clienta de años, no le puedo fallar …

Any: - Bueno muchas gracias, entonces …

Ringgg, Ringgg, Ringgg

Any: - Discúlpeme un momento por favor

Pintor: - Si, si, atienda

Hablo por teléfono 3 minutos. Cuando vuelvo a la cocina está la heladera abierta, el tipo está parado frente a ella, tiene un vaso de agua en una mano y está de espaldas, tranquilamente acodado sobre la puerta mirando el interior.
La heladera abierta? Mi heladera, el tipo está inspeccionando mi heladera! Adentro no hay casi nada. Una coca Light, un frasco de mayonesa también Light, unos tomates, dos berenjenas, una botella de agua, un pedazo de queso de rallar viejo … . “La heladera está mas blanca por dentro que por fuera” – como diría mi abuela. Que mira entonces? Como se atreve este mequetrefe-metiche-atrevido-maleducado-malnacido-desubicado-hijunagran’ a abrir e investigar MI heladera???
La heladera es un espacio íntimo, abrirla significa un acto de confianza. Jamás me atrevería a abrirla en casa de otros sin previa invitación. En mi casa se consideraba una falta de respeto andar abriendo heladeras ajenas. “Este chico no me gusta, es un confianzudo, es la primera vez que viene y ya abre la heladera como si estuviera en su casa” – decía mi madre escandalizada de que algún amigo nuestro tuviera “la osadía” de abrirla sin permiso. Y en ese momento a mi me parecía una ridiculez, una de las tantas manías estrafalarias de mi madre.
Hoy me sorprendí a mi misma dándole la razón. Porque? No lo sé, pero me sentí mal, invadida. Será que a uno le averguenza el contenido de su propia heladera? La limpieza? La abundancia? La escasez? La calidad de los productos? Que es lo que uno se niega a mostrar? Que representa, que muestra de nosotros ese aparatote blanco y lleno de imanes?

Any: - Ejem, ejem …

Pintor: - Ah, jejeje, le saqué un vasito de agua. Como nos hemos acostumbrados a los productos Light eh? Mi mujer también compra mayonesa Hellman’s Light ahora, y al final es igual que la otra no?

Any: - Ajá …

Pintor: - Bueno, entonces vengo el próximo sábado a las 8 y …

Any: - No, mire … cambié de idea. No voy a hacer el trabajo por ahora.

Pintor: - Como? Pero …

Any: - Veo mas adelante. Lo acompaño …

A esta altura el tipo debe estar contándole a alguien de la loca que lo tuvo media hora rogándole que acomodara los horarios para poder contratar sus servicios y después le salió con que no lo quería hacer, asi … de la nada.

Que me importa ... . A mi ningún desconocido me revisa la heladera carajo!

viernes, 5 de marzo de 2010

Sábados Literarios de Mercedes


Perdidos en la gran ciudad


Buenos Aires me sorprende en cada visita. Nunca está como yo creo que voy a encontrarla, es esquiva, cambia, se transforma, se mimetiza, no deja que uno adivine sus secretos.
Buenos Aires me seduce y luego me rechaza con la crueldad de un amante caprichoso.
Buenos Aires me aturde los sentidos con su belleza y los oídos con el ruido constante e insoportable de sus calles.
Buenos Aires me contagia su ritmo, me sacude la modorra, y me recuerda a cada momento que Dios definitivamente atiende allí aunque uno crea que está en todas partes.
Buenos Aires me engaña, me hace creer que podré ubicarme fácilmente, pero termina embarullándome en su laberinto y llevándome adonde ella quiere que vaya. Indefectiblemente me pierdo, siempre. Se la peleo cuerpo a cuerpo, pero me gana por goleada y termino agotada tomándome un taxi . Subo, y actúo mi mejor acento porteño para darle la dirección al taxista. Luego me quedo calladita, no quiero que el tipo se dé cuenta de que soy “mi prima del campo” y me pasee para cobrarme una fortuna. ¿Uno de esos prejuicios que tenemos los provincianos? Si, puede ser.
No obstante eso de perderse en Buenos Aires no está mal. Salvo por ejemplo que a uno lo estén esperando para casarse y mientras tanto uno esté en una vieja librería tomando té de quien sabe que y consultándole su futuro al I Ching. (ah no, no, yo no era la novia en este caso, solo la testigo y tuvieron que reemplazarme porque nunca llegué).
Pero también puede pasar que uno se pierda y una mano invisible lo arrastre a la fuerza hasta un vivero para descubrir a su propio hermano agazapado detrás de un helecho gigante. Y que esto se convierta en uno de los episodios mas graciosos y mas inexplicables de nuestra vida.
Las grandes ciudades pueden manipularnos a su antojo . Creo que cuando uno anda paseando y se pierde termina entregándose a la voluntad del lugar, aceptando que existe lo que llaman “destino”; puede salir bien, puede fallar ... pero siempre vale la pena tomar el riesgo.


Hace mucho que no participaba en los Sábados Literarios, me alegra volver a subirme al bus.

Para seguir leyendo relatos pueden pasar por lo de los Superhéroes